La cita rusa en la Torre Trump se convierte en el nuevo Watergate

La cita rusa en la Torre Trump se convierte en el nuevo Watergate

Los republicanos tratan de proteger al presidente tras su “confesión rusa”

La nueva normalidad consiste en una acera vallada, policías armados con fusiles como si fueran militares en el frente afgano y un control de seguridad de acceso propio de los aeropuertos.

Bienvenidos a la torre Trump.

El rascacielos de la Quinta avenida, poco transitado por neoyorquinos de a pie, se ha erigido en centro turístico global. Resulta difícil dar con lugareños –salvo los que viven, mueren (un residente falleció el viernes por sobredosis de opiáceos) o trabajan dentro–, mientras que predominan los visitantes de la América profunda, felices de fotografiarse ante la vitrina de la parafernalia trumpista, y se escucha hablar en castellano, francés o italiano.

El presidente Donald Trump después de una comparecencia en New Jersey.
El presidente Donald Trump después de una comparecencia en New Jersey. (Carlos Barria / Reuters)

Tal vez sea un estado de ánimo, forjado en esa evidencia del terrorismo omnipresente, pero el ambiente resulta sórdido. Triste. Nada que ver con la animación del cercano Rockefeller Center.

Aquí dentro, a la caída de la tarde, hay poco movimiento en el vestíbulo y eso que se agradece el aire acondicionado frente al bochorno exterior. En el Trump Bar, que es la barra de lujo y coctelería, se cuentan cuatro clientes –ya se ha acabado el happy hour–, y resuena más el murmullo de la cascada de agua que la algarabía de las voces.

Quién sabe, sin embargo, si algún día este enclave se transformará en una especie de lugar
de culto para todos aquellos que hoy lo maldicen, no tanto por su tributo al despilfarro comopor el nombre de su propietario.

Vallas en la acera, policías con fusiles y controles para acceder a la Torre Trump

¿Será la Torre Trump el equivalente en Nueva York al edificio Watergate de Washington?

Esta es la cuestión que ha cobrado fuerza esta semana, precisamente cuando se ha cumplido el 44 aniversario de la renuncia del presidente Richard Nixon.

Hace siete días que Trump agitó los temores de los conservadores. El fantasma de su inmueble bandera, a costa de la reunión con emisarios rusos en junio del 2016, ha ganado corporeidad.

“Noticias falsas informa que, en una completa fabulación, estoy preocupado por la reunión que mi maravilloso hijo, Donald, tuvo en la Torre Trump. Esa reunión fue para conseguir información de una oponente, totalmente legal y hecho siempre en política, y no fue a ninguna parte. Yo no sabía nada de eso”.

A este tuit lo califican como uno de los cambios públicos de versión más espectaculares en la historia presidencial moderna. De una visita para hablar supuestamente de “adopciones” –una justificación dictada por el mismo presidente– al reconocimiento tácito de que pretendían que “el enemigo” les facilitara material pirata contra Hillary Clinton.

Pocos neoyorquinos, salvo los que trabajan, viven y mueren: uno, el viernes, por sobredosis

Sabían que se reunían con representantes de Rusia, que la oferta era de la inteligencia rusa. Intentaron usar ese material contra una rival americana. No alertaron al FBI”, contesta David Frum, que colaboró en la administración de George W. Bush y ahora es uno de los elogiados autores y expertos republicanos.

“Eso no ocurre ‘siempre en política’, es inmoral, antipatriótico y forma parte de un amplio esfuerzo que fue ilegal”, matiza Ben Rhodes, consejero en política exterior de Barack Obama, respecto a la “normalidad” de esas conexiones alegadas por Trump.

“¿Hay algún crimen o conspiración?”, pregunta una de las conductoras del programa Fox & Friends, uno de los espacios más amigo de la cadena presidencial. “Desafortunadamente, muchas de estas leyes están escritas para que el gobierno condene”, replica Andrew Napolitano, jurista, tertuliano y uno de los nombres que sonó para dirigir el equipo de defensores de Trump en el caso del Rusiagate, la investigación que dirige el fiscal especial Robert Mueller sobre la supuesta confabulación entre el Kremlin y la campaña electoral del actual ocupante de la Casa Blanca.

Frente al tuit de Trump con los rusos, el analista replica:

“No alertaron al FBI”

“Si existió un acuerdo para obtener porquería de Hillary procedente de los rusos, incluso si esa porquería nunca llegó, pero aquellos que mostraron su conformidad, aunque fuera sólo uno de ellos, dieron un paso más allá del acuerdo, entonces existe el potencial para un crimen de conspiración”, dice Napolitano para desespero de los anfitriones.

Que una de las voces más pro Trump diga eso, en uno de los espacios preferidos del presidente, eso significa que el problema es cierto, pese a que muchos conspiradores hayan mirado a otro lado y culpado a las cloacas del Estado por las pesquisas al presidente.

La culpa de todo este revuelo no radica en el “malévolo” equipo de Mueller –según Trump, unos demócratas enfurecidos–, sino en el mismo presidente de Estados Unidos y su incontinencia al echar mano de Twitter.

Réplica a la nueva ‘normalidad’: “No es habitual en política, es antipatriótico”

En junio del 2016, en su torre se citaron con unos emisarios rusos nada menos que Don jr., Jared Kusher (el yerno) y Paul Manafort, entonces el jefe de campaña y quién hoy se sienta en el banquillo de los acusados de un tribunal de Alexandria (Virginia) por evasión fiscal y fraude, en el primer sumario escindido del tronco del Rusiagate.

“En un intento de defender a Don Jr., el presidente Trump puede haber incriminado a su hijo y a él mismo”, escribe David A. Graham en The Atlantic.

“Contradiciendo sus iniciales pronunciamientos, el presidente de nuevo subraya su deshonestidad. No es sólo un asunto de confianza pública: el cambio de versión también conlleva a que el presidente ha obstruido la justicia… El tuit es un acertijo de contradicciones internas. Si no está preocupado por su hijo, ¿por qué tuitea con ira ese relato? Y si todo lo que sucedió era legal, ¿por qué sea apremia a decir que no sabía nada?”, añade Graham. “Creo que este es un escándalo más serio que ningún otro visto en nuestro país desde el Watergate y tal vez más perturbador que el Watergate”, indica Norman Eisen, analista del laboratorio de ideas Brookings Institute.

Nixon tenía grabaciones, Trump acumula tuits

Los que están en su entorno aseguran que Trump está muy agitado. En su retiro estival, en su mansión de Bedminster (Nueva Jersey), aunque él lo llama “vacaciones de trabajo”, los que han ido a visitarle lo han constatado.

Dicen que se levanta obsesionado con el juicio a su ex jefe de campaña, “Manafort por aquí, Manafort por allá, es una locura”. Otra de sus obsesiones es el fiscal especial. “Al menos veinte veces me ha dicho que se ha de acabar con la investigación de Mueller”, comenta Lindsay Graham, senador por Carolina del Sur que disfrutó de una jornada de golf en Bedminster. “Le he dicho que queremos ganar en noviembre y, si mañana para a Mueller, no podrá hablar de nada más”.

El resultado electoral de las próximas legislativas pone en juego el control de las cámaras, bajo dominio republicano, y alienta el temor por la supervivencia del presidente Trump.

Al albur del tuit sobre el rascacielos de la Quinta avenida –no se olvide que el fiscal especial indaga en esos mensajes–, la cadena MSNBC desveló una grabación, realizada en secreto, en una reunión de donantes a puerta cerrada, en la que el congresista Devin Nunes hizo sonar las alertas.

Nunes es el responsable del Comité de Inteligencia del Congreso y, como trumpista radical de primera hornada, elaboró el documento con el que torticeramente intentó desvirtuar la investigación del fiscal especial.

En ese acto privado, Nunes lamenta que el secretario de Justicia, Jeff Sessions, no puede despedir a Mueller y Mueller no está dispuesto a dejar en paz al presidente, y ese es “el verdadero peligro”, se queja. “Esto supone que hemos de mantener todos los escaños, la mayoría, o todo esto se va al garete”, les advirtió.

Interior de la Torre Trump en la Quinta Avenida de Nueva York
Interior de la Torre Trump en la Quinta Avenida de Nueva York (Barry Winiker / Getty)

Objetivo: proteger a Trump.Saben que acecha un impeachment (procesamiento) si los demócratas le dan la vuelta a la tortilla.

“Las grabaciones en el Watergate emergen como un pasmoso, increíble giro en la historia de América. Nixon confesó sus crímenes y los grabó el mismo”, recuerda Erza Klein en Vox.

“La Casa Blanca no tiene en la actualidad ese sistema de grabación. Pero, tal vez, hay algo que sirve al mismo propósito: Donald Trump”, prosigue. Él confiesa en televisión que despidió al jefe del FBI (James Comey) por no querer archivar el Rusiagate. Y en su tuit desvela la confabulación de la Torre Trump. “Si todo esto saliera en una grabación de la Casa Blanca –recalca Klein–,Trump sería como Nixon, un presidente implicado en un encubrimiento masivo que usa sus poderes para protegerse de una investigación”.

Mueller insiste en “interrogar” a Trump y sus abogados tratan de salirse por la tangente, temerosos de que caiga en el perjurio. Y han avisado de que habrá batalla legal si el fiscal pide citación judicial.

A Napolitano le preguntaron en la Fox: ¿Trump debe hablar voluntariamente con Mueller?

–En una palabra, no.

Fuente: Lavanguardia

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