La fiesta inaugural del Mundial de rugby

La fiesta inaugural del Mundial de rugby

Primer dato que resulta increíble: en un país donde la cultura del trabajo es un símbolo, al punto de que la gente trabaja tanto que hasta pierde la libido o que deja el cuidado de sus padres ancianos en manos de robots, no se cumplieron con los plazos previstos con respecto a la construcción del estadio principal (el Olímpico, que el año que viene albergará a los Juegos Olímpicos) y, previos disgustos de la World Rugby, se designó de última al imponente Tokyo Stadium para el partido inaugural y al de Yokohama para la final.

Segundo dato en la misma sintonía: en un país en el cual el 98.6 por ciento de la población es japonesa, el seleccionado de rugby tiene un gran porcentaje de extranjeros. Pero esto, al fin de cuentas, es insignificante si se mide lo que representa que el rugby haya abandonado el monopolio de sus potencias para instalar por primera vez una Copa del Mundo en el gigante asiático, con el propósito de lanzarse a conquistar nuevos mercados. Esa empresa comenzó en la noche del viernes con una ceremonia inaugural que fue tan corta como impactante.

El rugby, un deporte con fuerte impronta occidental y con alta ascendencia aglosajona, se instalará durante 44 días en un país maravilloso, que ofrece, entre tantas otras virtudes, la fascinante mezcla de lo milenario con la punta tecnológica. De eso se trató buena parte de la ceremonia inaugural, previa al partido que abrió el torneo, Japón-Rusia, el de menos cartel de todos los que dieron el kick-off en los Mundiales. Venir hasta aquí, recorrer las 12 sedes, es un gran desafío para el rugby, ya que en Japón está muy lejos de ser una disciplina atrapante. Pero salir del núcleo de Gran Bretaña, Francia, Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica era imprescindible para apuntalar un crecimiento en lo deportivo y económico. Esto último se lo aseguró: esta edición promete batir los récords de ingresos por televisión, publicidad y venta de localidades (ya se agotaron el 95% de los tickets). Lo primero queda por verse.

El desfile de los animadores de la ceremonia de apertura
El desfile de los animadores de la ceremonia de apertura Fuente: AFP

Japón está preparado para que sea un gran Mundial más allá de lo que suceda dentro de la cancha. Es una potencia acostumbrada a recibir grandes acontecimientos deportivos. El año próximo Tokio alojará por segunda vez a los Juegos Olímpicos (la anterior fue en 1964) y por esta nación de 128 millones de personas ya pasaron Mundiales de fútbol, atletismo, natación; carreras de Fórmula 1; torneos de tenis y de golf. La World Rugby, en tanto, dispuso de un mecanismo de difusión interactiva nunca vista para su historia, dando por hecho que se superarán los números de Inglaterra 2015 (400 millones de visitas a videos y 28 millones de visitantes únicos en la web oficial).

El colorido de la ceremonia inaugural.
El colorido de la ceremonia inaugural. Fuente: AFP

Para Japón, la WR incrementó sus canales de comunicación con materiales propios a disposición de todo el público y de los medios. El sitio oficial está en 4 idiomas; la aplicación en 5; Google brindará las últimas informaciones con escribir en el buscador «Rugby World Cup»; YouTube presentará diariamente los mejores momentos y el torneo tendrá sus canales oficiales en Facebook, Instagram, Snapchat y Tik Tok. Por otra parte, habrá un Mediazone habilitado para 4 mil medios acreditados.

El viernes caluroso de Tokio vivió el Mundial en sus calles. Desde temprano se pudieron observar ingleses, irlandeses, sudafricanos, franceses y argentinos paseando por el Tsukiji Market, donde se puede encontrar todo tipo de pescado para llevar o comerlo al paso, o por la lujosa avenida Ginza, donde una cartera supera los 3500 dólares y un saco, los 3000. El espectáculo de la noche en el Tokyo Stadium le puso el moño a un día inolvidable para el rugby. Las danzas, acompañados por los característicos tambores de esta nación, más los fuegos artificiales y los efectos de luces, pasearon junto a imágenes emblemáticas de los anteriores Mundiales y terminaron de emocionar cuando se apagaron las luces y de pronto apareció levantando la copa William Webb Ellis el neozelandés Richie McCaw, la leyenda que capitaneó a los All Blacks bicampeones del mundo en 2011 y 2015.

Richie McCaw, el capitán de los All Blacks que entró en escena
Richie McCaw, el capitán de los All Blacks que entró en escena Fuente: AP

El rugby ha viajado a este país del orden, el lujo, la moda, la comida, la electrónica, las automotrices, los templos, sus aromas, la literatura y el florecer de sus cerezos. A este país que se levantó después de la Segunda Guerra Mundial, de desastres naturales como terremotos y tsunamis, y de horrores como los de Hiroshima y Fukushima. Valía romper las fronteras. Este deporte necesita llegar a más gente. Japón y todo el aparato de difusión que se armó alrededor busca precisamente eso: atrapar fundamentalmente a un público adolescente, sin distinción de sexos.

Después que pase Japón, en la World Rugby vendrán tiempos de elecciones y habrá que ver si este giro hacia el Asia, y su correspondiente apertura, se continúa. Si a Agustín Pichot se lo vota como presidente -va a presentarse para ese cargo, apoyado por la Sanzaar-, los cambios y la expansión se profundizarán. Pero si Europa se abroquela, como lo hizo cuando volteó la Liga Mundial, esto de Japón habrá sido solo un negocio.

Haruki Murakami recuerda en su libro «De qué hablo cuando hablo de escribir» que de chico leía un cuento en el que dos japoneses admiraban al Monte Fuji. Uno lo hacía sólo observándolo. El otro lo subió a pié y ahí fue capaz de entender la fascinación que producía en la gente. El rugby optó por este último ejemplo. Vino a Japón. Y ya, en su primer día, es un Mundial histórico.

Fuente: Lanación

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