“Cuando bailo me lleno de emoción, me dan ganas de llorar. Me moviliza”

“Cuando bailo me lleno de emoción, me dan ganas de llorar. Me moviliza”

Reconoció Fernanda Olmos, la venezolana (hija de mendocinos) nacida en las Islas Margaritas y actual campeona mendocina de salsa estilo femenino; que el sábado a la noche dio un gran show que encantó a todos.

Su visita a San Rafael fue gracias a la academia “Salseros San Rafael”, de los hermanos Colombatti, que son uno de los propulsores del baile en el departamento y organizan constantemente fiestas latinas con invitados de relevancia en dicha danza.

Fernanda, de bellos rasgos, espíritu alegre y siempre dispuesto; nos recibió con una sonrisa encantadora y con su acento cautivador contó cómo fueron sus inicios y su amor por el arte de la danza.

¿Cómo empezaste?

«Allá se baila salsa en todos lados, pero profesional y en escenario no lo había hecho. Estuve un año tomado salsa casino y me tuve que venir; me dolió mucho porque tuve que dejar todo. Cuando llegué a Mendoza, nadie bailaba casino. Yo iba a las fiestas y me quedaba sentada porque nadie bailaba casino. Dije ‘¿ahora qué hago?, voy a tener que empezar de nuevo, pero empezar a bailar salsa en línea’. Me fui a la academia de Gabi Salgado y Leti Beltrán (bicampeones mundiales de salsa 2014/16 y bachata cabaret 2017) y empecé a tomar clases con ellos. Dos años más tarde comencé a dar clases. Ellos (Gabi y Leti) nos capacitaron, nos enseñaron cómo dar clases. Dimos clase un año y al siguiente nos pusimos una academia. Fue un progreso rápido, no esperado; porque fue como algo que se dio y listo.»

«Hace dos años empezamos a bailar con Emma (Salgado) en pareja y empezamos a competir. Justo el año pasado se me dio por bailar solista, porque siempre bailé en pareja; así que fue un mundo nuevo para experimentar y estudiar.»

¿Cuánta diferencia hay ente bailar solista y bailar en pareja?

«Es totalmente diferente y por eso lo hice. Te ayuda, primero a crecer porque tienes que limpiar mucho más los movimientos, hacerlos mucho más grande. Es otra cosa, porque cuando estas en pareja hay dos personas en el escenario y cuando estás sola eres el centro. Ahí empecé a trabajar y eso me ayudó muchísimo; no me arrepiento de haber tomado la decisión de bailar solista. También me di cuenta de muchas cosas que por ahí no tenía en cuenta cuando bailaba en pareja. De ahí me tiré a competir, así de una; y yo siempre he sido anti competencia.»

¿Cómo lidiaste con eso?

«Emma tiene los dos hermanos, Gabriel y Martín, que son muy conocidos y bueno, Leti ni se diga. Ellos todo el tiempo estaba en competencia y nos decían ‘chicos tienen que probar competir porque eso los ayuda a que crezcan, a que hagan cosas diferentes’. Yo decía: no… competir no me gusta, la presión de una competencia, porque ya es mucho más complicado. Tienes que estudiar qué te pide la competencia, los trucos, el vestuario, la técnica. Ya es más profundo. Me dije ‘me tengo que animar’ y Emma me alentaba a que lo hiciéramos, hasta que me animé y me gustó hacerlo. Siempre siento muchos nervios porque no es lo mismo exhibir que competir, ahí tienes un jurado que te está corrigiendo.»

«Yo me sorprendí la última vez; me dicen: ‘disculpame, pero vos sabés que hay un detalle muy importante: que en la sandalia tenías una tirita muy larga. Entonces cuando movías el pie se veía la tirita de la sandalia’. Yo me quedé oh my God! (comentó con cierta gracia en su rostro). Ahí me di cuenta que ellos examinan todo, completo. Es un compromiso bastante grande. Me animé y me gusta hacerlo aunque  me encanta más exhibir y hacer show, pero entendí que la competencia es muy importante, te ayuda muchísimo en todo. Porque desde el vestuario, tienes que saber que debe ser adecuado a la coreografía, ser lindo, llamativo y original… el peinado! Si llevas un aplique, no se puede caer porque resta puntos. Pero está bueno porque te exige y uno también lo hace.»

«Por eso desde marzo de éste año, competí solista y en pareja y fue todo muy nuevo; bastante difícil porque, en la misma competencia lo hice en las dos categorías. Por suerte pasamos a la final en ambas y bailé cuatro veces. Me faltaba aliento. Y a parte era correr, iba, me cambiaba; pum, volvía, vestuario diferente.»

¿Habías venido antes a San Rafael?

«Vine dos veces, una vez a bailar con Emma y después vinimos a ver a Coti Belmonte (campeona argentina de salsa estilo femenino 2016). Pero sólo vinimos a participar de los talleres que dio. La verdad que es hermoso, me encanta. La gente es muy amable, simpática, atenta y eso me encanta.»

¿Seguís tomando clases?

«Siempre. Siempre hay que capacitarse porque ésta danza crece muy rápido y es como que está en desarrollo todo el tiempo, hay cosas nuevas y está buenísimo. Es como que todo el tiempo, vayas a cualquier taller aprendes muchísimo; te abre la cabeza. Tratamos de, cuando podemos, ir a un congreso y estudiar. A mí me encanta tomar clases, porque tienes mucha información y la puedes transformar para bien, mejorarla, ponerle tu toque y crear tu estilo. Nos encanta capacitarnos y aparte tomamos clase con Martín (Salgado).»

¿Cómo convences a la gente para que bailen y tomen clases?

«Nosotros nos hemos sorprendido mucho, porque en las clases de Nivel 1, no sabes la cantidad de gente grande: de 55, 60, 65 que viene y nos dice ‘nunca en mi vida he bailado, pero quiero aprender, lo básico y demás’ a nosotros nos encanta que tengan esa actitud.»

«A todos los que conocemos y nos dicen que les encantaría bailar, pero no sé si es para mí; les decimos que vayan porque les va a gustar. Aparte conocen gente, se hacen amigos, aprenden a bailar. Los motivamos con pasitos tranquis, despacito. La gente se anima. Y para subirse al escenario, ni te cuento, no tienen problema. Son súper atrevidos; uno de diez capaz dice que no, al revés de lo que pasa con los más jóvenes.»

«Lo bueno de esta danza es que es abierta a todo público. No es una danza como por ejemplo el clásico, que son danzas que sabés que es mejor estar desde chiquito, porque de grande cuesta más: la técnica, la barra. Y esta danza es libre a todos, gente grande que nunca bailó después lo ves en la pista.»

¿Qué es lo que te hace amar esta danza?

«Me dice mi mamá que desde que tengo tres años que yo no podía escuchar una música porque era como que me volvía loca, y era como que lo llevaba en la sangre. Porque mi mamá es bailarina y mi papá es músico; entonces es como que lo llevaba incorporado. Mi mamá dice que era increíble cómo sacaba los pasos, estudiaba los pasos de la tele y me ponía de chiquitita a bailar. Ella se volvía loca…  y a los cuatro años me metió a danza, al folklore de Venezuela, hasta los dieciséis. Siempre he bailado y me encanta, me llena. Cada vez que me voy a subir a un escenario, la adrenalina que es única, los nervios; sentir eso muy emocionante. Por ahí cuando veo baila a alguien es como wow, qué lindo poder bailar! No se cómo explicarlo. Cuando bailo me lleno de emoción, me dan ganas de llorar. Me moviliza. Y siempre lo hacía como hobie, no como algo profesional, y siempre decía ‘quiero dedicarme a esto, trabajar, estudiar para la danza’. Trabajé haciendo otras cosas y decía yo no quiero esto, me sentía fuera de lugar; se me dio todo para trabajar de esto. Para mi es el regalo más grande porque trabajo y vivo de lo que más me gusta.»

«Aparte conseguí mi pareja de baile y mi pareja de vida. Es hermoso porque compartimos eso juntos.»

¿El baile te dio más de lo que habías imaginado?

«Totalmente. Por eso es algo maravilloso. Gracias a Dios, me ha dado muchas cosas y estoy agradecida. Me dan muchas ganas de seguir, de crecer, de hacer muchas cosas, de dar lo mejor de mí a mis alumnos. Es algo maravilloso, siempre lo he tenido aquí adentro.»

Fernanda es un ejemplo de que lanzarse y trabajar con perseverancia te hace crecer no sólo en la profesión y en el arte de la danza, sino también como persona, que el baile no conoce de edades cuando hay disposición. Que tu profesionalismo y entrega te lleve por caminos de éxito, Fernanda!

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