Cómo pasa las horas la argentina atrapada en una montaña de Canadá
La mendocina Natalia Martínez Marín está en medio del hielo y azotada por los vientos.
Camilo y Natalia no pueden hablar por teléfono porque el viento es tal que las palabras se vuelan. Se mandan mensajes de texto. Natalia ha podido contarle muchas cosas: que está bien, que está muy cansada, que a su alrededor levantó muros compactos de nieve, que igual se la pasa paleando para que la nieve no le tape la carpa, que le sobra comida, que está pendiente del clima, que espera ansiosa que la rescaten, que lo extraña y que ojalá mañana puedan estar juntos.
Natalia Martínez Marín es una mendocina de 36 años que escala desde hace 15. Ahora está sola en el Monte Logan, a 3.680 metros de altura., soportando los veinte grados bajo cero que la rodean y esperando que un helicóptero la rescate. Había llegado a 3.900, pero dos terremotos la obligaron a decender. No fue una decisión fácil: con la bajada renunciaba a cumplir su meta: llegar hasta los 5.959 metros y hacer cumbre en el monte más alto de Canadá.
Había comenzado su aventura el 22 de abril. Serían dos semanas de escalada. Venía muy bien con los tiempos, el lunes había superado el terreno más complicado, pura escalada, estaba en los 3.900 metros. Pero de repente todo comenzó a moverse y justo estaba en un glaciar colgante. El susto fue atroz: tuvo que esquivar avalanchas de hielo y nieve. A la hora, otro terremoto. Entonces tomó la decisión: tenía que bajar, tenía que salir de ese terreno hostil y buscar una superficie más segura. Bajó algo más de 200 metros, hasta que encontró rocas. Allí se quedó. Y pidió ayuda con su teléfono satelital.
“Por suerte lo más difícil ya pasó. Psicológimcamente es muy duro, tuvo que tomar la decisión de no lograr su meta. Ella podría esperar e intentar seguir subiendo, pero le faltan más de dos mil metros y después de dos terremotos no se sabe cómo pudo haber quedado el terreno. Y ella lo sabe muy bien, la seguridad es lo primero”, dice a Clarín Camilo Rada, su compañero en las escaladas y la vida.
El sueño de Natalia se gestó tres años atrás, cuando juntos habían escalado el Malaspina. Allí, cuando hicieron cumbre, desde los 3.700 metros de altura veían el Monte Logan, a unos diez kilómetros para el norte. Se lo veía tan bonito que Natalia prometió que lo subiría. Camilo se hizo a un lado porque quería completar su doctorado en glaciología. Natalia lo haría con una compañera mujer, una amiga con la que ya había escalado varias montañas en la Patagonia. Pero el viaje se demoró y la amiga se terminó bajando.
Natalia decidió entonces llevar a cabo su aventura en solitario, que venía bien pero el clima truncó. Ahora también están pendiente de los vientos, pero en principio un helicóptero podría rescatarla mañana. La llevará al campamento del que partió en el Lago Kluane. Y de allí volará a Whitehorse, capital de la provincia de Yukon. Camilo ya reservó su vuelo también desde Whistler, donde viven con Natalia desde hace algo más de cinco años. Quiere llegar antes así puede recibirla. Están juntos desde hace diez años, cuando se conocieron en un curso de primeros auxilios en la frontera de Argentina y Chile, donde nació Camilo. Desde entonces han escalado muchas montañas. “Seguro va a estar todo bien. La angustia de la situación es muy fuerte, pero Natalia está preparada para hacerlo y lo va a conseguir -dice Camilo-. Tampoco es que tiene mucho tiempo para pensar y angustiarse. Está ocupadísima sacándose la nieve de encima y cuidándose. Cuando ve que lo logra, descansa un poco, y así”.
Fuente: Clarín