Cómo será el súper telescopio que desde Chile revolucionará la astronomía
«Será una revolución», asegura Xavier Barcons. «El ELT será una revolución para la astronomía», repite en diálogo con ámbito.com el flamante director del Observatorio Europeo Austral (ESO). El objeto de su asombro es el Telescopio Extremadamente Grande, un gigante que comenzó a erigirse en Chile: terminarlo demandará una década y una inversión que sobrepasará los 1.000 millones de euros.
Con un espejo de 39 metros de diámetro (en la actualidad, el más grande tiene 10), marcará un nuevo récord para un telescopio óptico infrarrojo. «Podremos ver planetas parecidos a la Tierra orbitando estrellas similares al sol. También detectaremos la primera luz cósmica, es decir, las galaxias iniciales que empezaron a brillar en el universo, y las conoceremos con tanto detalle como las estrellas más cercanas», aventura.
Ese «ojo» casi tan grande como media cancha de fútbol tendrá un innovador diseño, y estará formado por casi 800 segmentos hexagonales que lograrán una calidad de imagen sin precedente. Barcons explica que «utilizará la tecnología de ‘óptica adaptativa’, que se utiliza en oftalmología pero es novedosa en la astronomía, que permite corregir las turbulencias de la atmosfera en tiempo real y así evitar el efecto que borronea la luz de las estrellas. Con unos láseres, la dirección de apuntado del telescopio se mueve muy frecuentemente para obtener imágenes más nítidas».
Una recreación artística de los láseres del futuro telescopio.
Cada segmento medirá 1,4 metros de ancho y sólo 50 mm de espesor. Para compensar las aberraciones producidas por las turbulencias atmosféricas, posee espejos adaptables que reposan sobre más de 6.000 sensores que varían su forma mil veces por segundo.
El ELT tendrá además una batería de instrumentos científicos, con la habilidad de pasar de uno a otro en cuestión minutos y de observar a través de un amplio rango de longitudes de onda, desde la óptica hasta el infrarrojo mediano, que permitirá aprovechar el telescopio en toda su extensión.
¿Pudo estar en Argentina?
La luz verde al proyecto llegó a fin de 2014, y se estimó entonces un tiempo de construcción de una década. «El plazo de 2024 sigue en pie y será el tema más importante de mi gestión», apunta el astrónomo español. «La mayor parte de los contratos industriales para construir sus componentes están en marcha, se terminó la carretera de acceso y aplanamos la superficie de la montaña. Estamos camino a un hito». Según sus cálculos, la construcción y la puesta a punto costarán unos 1.100 millones de euros. «A ese monto luego habrá que añadirle los costos de personal, mantenimiento y consumo de electricidad», agrega.
Un dato curioso es que, a la hora de buscar el hogar ideal para el coloso, una provincia del norte argentino figuró durante algún tiempo en los borradores de los especialistas europeos. «Caracterizamos una serie de posibles ubicaciones y Salta estuvo incluida junto a otras localidades de Marruecos, Islas Canarias, Chile y México», recuerda. Pero en realidad solo se trató de una hipótesis: la opción principal siempre fue Atacama y el informe técnico concluyó que Cerro Armazones, a 3.046 metros en la zona central del desierto, y a unos 130 kilómetros al sur de Antofagasta, era ideal. «A esa altura, en un lugar tan seco, no hay vapor de agua y permite tener un visión mucho más clara, mucho más transparente. Pero no fue solo por la calidad de su cielo, ya que a solo 25 minutos de allí tenemos el Observatorio Paranal y podremos aprovechar sus talleres, la residencia para el personal y su infraestructura», detalla Barcons.
Una postal nocturna de los cielos de Atacama.
Así, en octubre de 2013 se sellaba el acuerdo con el gobierno chileno, que incluyó la donación de casi 200 km2 de tierra y la concesión de zonas adyacentes durante 50 años. En Atacama, ESO juega de local: además de Paranal, opera en La Silla y Chajnantor, el hogar de otro gigante, el radiotelescopio ALMA.
«Cuanta más información tengamos, mejor. Tanto los telescopios ópticos como los de radioastronomía son nuestras grandes ventanas desde la Tierra para comprender el funcionamiento de los astros, las estrellas y las galaxias. Necesitamos una batería de instrumentos para entender qué sucede en el universo», se entusiasma.
Con semejante potencial, el ELT se propone subir la vara de las mediciones actuales para hallar evidencias sobre la aceleración de la expansión del universo, e incluso poner a prueba las leyes generales de la física. Lo que los astrónomos no pueden prever, como no pudo Galileo hace 400 años, son las nuevas cuestiones e interrogantes que surgirán con cada nuevo hallazgo.