Crece la tensión Gremios-Gobierno de cara a las paritarias
En la Casa Rosada hay preocupación por la falta de un líder que pueda contener los conflictos
Hugo Moyano convocó esa tarde a una multitud en la cancha de River Plate, en una notable demostración de fuerza sindical. La relación con la Casa Rosada había empezado a tensarse. «Ningún gobierno hizo más por los jubilados, pero todo lo que se haga es insuficiente. Le pido que hagamos un esfuerzo más para que estén un poco mejor», pidió el líder camionero. Néstor y Cristina Kirchner lo miraban a un par de metros. Un gran número de sindicalistas -Omar «Caballo» Suárez, entre ellos-, de funcionarios como Julio De Vido y Amado Boudou, de gobernadores como Daniel Scioli y Sergio Urribarri y de dirigentes del peronismo seguían el acto desde el mismo escenario. Era el viernes 15 de octubre del 2010. Doce días más tarde fallecía el ex presidente en su casa de El Calafate.
Hasta que la ex presidenta decidió romper el vínculo -en verdad nunca lo digirió-, Moyano había garantizado la paz social y sindical durante buena parte de las dos primeras gestiones del kirchnerismo. Una relación de mutua conveniencia. Kirchner tenía domesticada a una enorme porción del aparato gremial. Moyano engordaba su gremio, acrecentaba su poder de convocatoria y consolidaba su imperio familiar.
Mauricio Macri empezó su tercer año de gobierno, bisagra para su proyecto de reelección, con un sindicalismo nervioso y en estado de vigilia, y sin un interlocutor de peso que funcione como factor de unidad gremial. Moyano y Luis Barrionuevo estuvieron enfrentados durante los años dorados del kirchnerismo. Este mediodía, tras el tradicional asado de verano de Mar del Plata, lanzaron un duro documento con serias advertencias al modelo económico del Gobierno. Los acompañaron Juan Carlos Schmid, Carlos Acuña, Sergio Palazzo y Julio Piumato, entre decenas de dirigentes sindicales. Tras ese encuentro, en el Gobierno no pareciera haber ninguna señal de distensión. Más bien todo lo contrario.
A Moyano y a Barrionuevo «los une ahora el espanto», según deslizan muy cerca del gastronómico. La decisión de Macri de avanzar contra el sindicalismo con el argumento de la transparencia del sistema político-gremial puede convertirse en el prólogo de una historia cuyo final es incierto, pero de la cual el jefe de Estado podría pagar un precio demasiado alto. En el mundo sindical hay quienes aseguran que la filtración del audio del ministro Jorge Triaca y los entretelones detrás de la contratación de su ex empleada en el SOMU son parte de la misma saga.
Los cortocircuitos en la relación entre el sindicalismo y Macri se multiplicaron en la última semana. La primera advertencia la lanzó Barrionuevo cuando dijo que «De la Rúa y Alfonsín atacaron a los sindicatos y no terminaron sus mandatos». «Le damos paso a la Justicia para que haga lo que tiene que hacer», contestó Triaca. Después se filtró el audio de WhatsApp. Ayer, el Gobierno recortó vía decreto el poder de CTERA, el gremio docente generalmente más combativo. Hoy, Schmid le aseguró a este medio que el 15% que el Gobierno va a intentar imponer en las paritarias «es una fantasía» que «no va a aceptar nadie». Horas después, el camionero y el gastronómico lanzaron la «declaración de Mar del Plata».
La puja entre Macri y Moyano es sorprendente si se repasa la historia. La familia presidencial y el dirigente se conocen desde los tiempos de Manliba. Franco Macri se alió a él en el Belgrano Cargas durante el kirchnerismo. En los ochos años en la Ciudad, el jefe de Gobierno y el camionero fueron socios estratégicos en el millonario negocio de la recolección de residuos, que empresarios cercanos al jefe de Estado y dirigentes como Diego Santilli conocen a la perfección. En octubre del 2015, un mes antes de la segunda vuelta en la que derrotó a Daniel Scioli, el líder del PRO se paró junto a Moyano en la inauguración del primer monumento a Juan Domingo Perón en territorio porteño. «Como dice la marcha, todos unidos triunfaremos», cerró Macri su discurso.
En el entorno del Presidente juran que lo que terminó de enfurecerlo fue la alusión de Pablo Moyano a la «Banelco» en pleno debate por la Reforma Laboral. Ni Macri ni su entorno creen que el hijo del líder sindical sea solo un rebelde. Al contrario: consideran que cada vez que habla tiene el respaldo de su padre. Los nexos entre el clan Moyano y la Casa Rosada atraviesan momentos de extrema debilidad. El ministro Cristian Ritondo y Santilli ya no cabrían en ese rol. Daniel Angelici optó por correrse, al menos por ahora. Triaca está debilitado. Aún así planea encontrarse con el gremialista en estos días en Mar del Plata.
Macri carece por igual de interlocutores que aglutinen tanto al sindicalismo como a la oposición. «En la Argentina hay un solo líder, que es el Presidente. No hay liderazgos ni en el sindicalismo ni en la oposición. Y eso, que es una de nuestras fortalezas, a veces también es una de nuestras debilidades», lo explica a Infobae uno de los ministros más relevantes en el esquema de poder del oficialismo. La dispersión opositora que le dio al líder de Cambiemos un fenomenal resultado electoral en octubre le propinó dos meses más tarde uno de sus mayores dolores de cabeza desde que asumió la Presidencia, como fue el tumultuoso debate por la Reforma Previsional. El Presidente perdió unos 10 puntos de imagen y el Gobierno pagó un alto costo político. En la sesión en la que finalmente lograron darle sanción definitiva al proyecto de movilidad jubilatoria hasta hubo diputados oficialistas que pidieron parar el debate.
El Gobierno hace equilibrio ante esa falta de liderazgos. El encuentro de antes de fin de año en el despacho del ministro Rogelio Frigerio con un grupo de dirigentes e intendentes del PJ encabezados por Gustavo Menéndez es un ejemplo. Según la Casa Rosada, fue una reunión para empoderar a Diego Bossio. «Nos jugó muy bien en el Congreso», confiaron.
Macri alivia la tensión sindical con dirigentes como Gerardo Martínez, José Luis Lingieri o Roberto Fernández, aunque no alcanza para apaciguar los ánimos combativos de los gremialistas que hoy se sentaron a la mesa de Barrionuevo ni para calmar, por caso, conflictos laborales.
El bloqueo de los obreros de CPC, la constructora de Cristóbal López, que paralizó la actividad en Comodoro Rivadavia por falta de pago en los sueldos la semana pasada prendió luces de alarma en la Casa Rosada. Uno de los ministros más cercanos al Presidente intentó que Martínez resolviera la situación. Fue en vano. «Gerardo está desdibujado», resumió el ministro en privado después de que el jefe de la UOCRA le confesara que no tenía injerencia sobre la delegación local de Chubut.
Fuente: Infobae