La amistad no necesita frecuencia, ¿o sí?

La amistad no necesita frecuencia, ¿o sí?

Durante el encierro se resignificaron todos los vínculos. Estamos tan solos y tan acompañados. Qué relaciones van a quedar y de cuáles vamos a prescindir cuando esto pase.

«La amistad no necesita frecuencia. El amor sí, pero la amistad, sobre todo la amistad de hermanos, no. Puede prescindir de la frecuencia. En cambio el amor está lleno de ansiedades, de dudas, donde la falta de frecuencia puede ser terrible. Pero yo tengo amigos a quienes veo tres o cuatro veces al año y somos íntimos». Jorge Luis Borges

Mañana es el día del amigo. Para algunas personas los “días de” no significan más que una excusa marketinera para incentivarnos a consumir. Nada más que un saludo trillado, un compromiso con el deber ser y cadenas de mensajes, memes y videos reenviados que contaminan nuestro ecología virtual. Para otros, es una buena excusa para «reaparecer» y aprovechar el clima de época para honrar los vínculos, para decir lo obvio, lo que siempre está implícito entre nosotros: “Qué importante es tu presencia en mi vida, sin tu acompañamiento no hubiese llegado hasta acá ni sería hoy la misma persona”. Como decía Francis Bacon, «la vida sin amigos es un desierto”.

Por supuesto que es algo que no necesita un día especial, pero la conversación colectiva a veces nos interpela, nos hace recordar y nos empuja a tomar perspectiva.

Este año, la perspectiva se siente más necesaria que nunca. Durante el encierro se nos han resignificado todos los vínculos. ¡Hemos estado tan solos y tan acompañados!

Es una buena excusa para «reaparecer» y aprovechar el clima de época para honrar los vínculos.

Desde hace décadas, muchos creen que Facebook ha banalizado la palabra “amigo”. Otros piensan lo contrario. A través de las redes hubo reencuentros, actualizaciones, nuevos grupos y la recuperación de la pertenencia de una nueva forma.

Después de estos meses, las preguntas sobre si la tecnología nos acerca o nos aleja ya fueron respondidas.

El día del amigo seguramente nos volverá reflexivos como todos los otros aniversarios que hemos pasado encerrados. La introspección es inevitable ¿A quién sentimos cerca, ahora? ¿A quién volveremos a ver con urgencia a medida de que nos vaya siendo posible? ¿A quiénes, nunca más?

Como decía Francis Bacon, "la vida sin amigos es un desierto”.       Fuente: Adobe.
Como decía Francis Bacon, «la vida sin amigos es un desierto”. Fuente: Adobe.

Las certezas que teníamos antes de este movimiento se desvanecen. Otras se ratifican. En ese proceso, hay una verdad. Ya no somos los mismos ¿Con quién elegiremos compartir el tiempo por venir?¿Quién será parte de nuestra renovada intimidad ahora que las relaciones y las nuevas formas de estar conectados, nos han atravesado tan profundamente?

Las palabras no alcanzan para transmitir la necesidad del reencuentro, la nostalgia por lo que hemos compartido y las fantasías sobre todo lo que nos queda por vivir. En simultáneo también nos hemos dado cuenta de cuántos vínculos que creíamos fundamentales son, en realidad, prescindibles.

Para los griegos había seis formas de amor. Philia era una de ellas y se refería al amor que tenemos por nuestros amigos, esos lazos fuera de toda descripción que son tan cercanos a la hermandad. El amor como amistad, se valoraba mucho más que el amor sexual, que está atravesado por el deseo y que ellos llamaron Eros. La Philia se relaciona con el compañerismo, la camaradería y ese vínculo fuera de toda explicación mental que se creaba entre los que habían luchado cuerpo a cuerpo en el campo de batalla.

El valor del tiempo, de la presencia y de la intimidad se resignifican. La amistad también.

En cuanto salgamos de esto, seremos más exquisitos a la hora de elegir con quiénes compartir las batallas que nos quedan, con quién nos sentimos a salvo para defender nuestras espaldas, quién nos ayudará a sanar las heridas y con quiénes podemos llorar sin razón. Vamos a elegir de nuevo o a reelegir para siempre con quiénes construir lo que viene.

Habrá que salir a lo desconocido, un poco golpeados aún, y atontados por el desconcierto. Habrá que aprender muchas cosas de nuevo y tener una paciencia infinita con nuestros estados erráticos, a nuestra vulnerabilidad para poder sostener esta esperanza vital, a flor de piel.¿Quiénes son nuestros amigos incondicionales?¿Quiénes son los que siempre han estado allí?¿Quiénes aquellos en los que su sola presencia nos hacen sentir a salvo? ¿Qué magia solapada tuvo este tiempo que nos permitió descubrir otros en nosotros y otros a nuestro alrededor, tan cerca y tan lejos?

Seguramente, seamos muchos los que elijamos con quien compartir la nueva vida tal como Pessoa lo describe, así de simple, así de hermoso y así de contundente: con los que podemos compartir a cara lavada y el corazón expuesto. Los que hacen de la realidad su aprendizaje, pero luchan para que la fantasía no desaparezca y aquellos que nos recuerdan quienes somos en verdad y con los que asumimos que la normalidad es una ilusión estéril.

A cara lavada y con el corazón expuesto: el poema de Pessoa

“Mis amigos son todos así, mitad locura mitad santidad, no los escojo por la piel, sino por la pupila que ha de tener un brillo cuestionador y una tonalidad inquietante, los elijo con la cara lavada y el corazón expuesto, no quiero sólo el hombro o el regazo sino su mayor alegría.

Son así, mitad broma, mitad seriedad, no quiero risas previsibles, ni llantos piadosos. Quiero amigos serios de esos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje, pero que luchan para que la fantasía no desaparezca.

No quiero amigos adultos, los quiero mitad infancia, mitad vejez, niños para que no olviden el viento en el rostro, ancianos para que nunca tengan prisa.

Tengo amigos para saber quién soy yo, pues viendo los locos y santos, serios y bromistas, niños y ancianos, nunca me olvidare que la normalidad es una ilusión estéril”.

Fuente: TN

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