La suba de la tasa de interés no logró frenar la corrida contra el peso

La moneda local fue la que más se devaluó por temor a la vulnerabilidad al cambio de clima financiero y a las dudas políticas; ayer perdió 3,1% frente al dólar, que cerró en un nivel récord pese a que el BCRA vendió otros US$504,5 millones.

El peso lideró ayer cómodamente una nueva oleada global de devaluaciones frenteal dólar : cayó 3,1% en esa relación de cambio pese a que el Banco Central (BCRA) venía de subir fuerte el viernes la tasa promedio (del 27,25% al 30,25%) y volvió a vender reservas, por sexta rueda consecutiva, para moderar su caída.

Así volvió a quedar a la vista que la «corrida» desatada contra la moneda local tiene trasfondo internacional, relacionado con la salida de fondos de la región y los mercados emergentes, pero se potencia mucho por razones domésticas que van de la economía a la política. Eso incluye la vulnerabilidad que tendría la Argentina a un cambio de clima, como el que parece verificarse, y el temor de los inversores a que el malhumor social desatado por los tarifazos y su consecuencia inflacionaria debiliten al Gobierno.

«No solo aquí sube el dólar. Pero esto nos debería enseñar que en contextos de economía abierta y alto déficit fiscal la economía es muy vulnerable y la política monetaria, muy limitada», apuntó Fausto Spotorno, director de Orlando Ferreres & Asociados.

La reapertura de la plaza local, tras la tregua del fin de semana largo, se preveía compleja por las pérdidas que sufrieron los activos argentinos en el exterior en los últimos días, que dejaron como huella una suba del 3% del riesgo país, que ayer trepó otro 2,7% (quedó en 443 puntos).

A eso se agregaba la presión que sumaba la decisión que debía tomar la Reserva Federal de Estados Unidos sobre la tasa de interés, lo que podía alentar la toma de coberturas. Esto sucedió, aunque al final la Fed mantuvo sin cambios las tasas, pero tras admitir que esa economía va hacia una mayor inflación, lo que podría hacer cambiar de idea al organismo en junio.

El temor se confirmó al reiniciarse las operaciones, cuando el dólar mayorista (que venía de cerrar el viernes a $20,55 solo por otra fuerte venta de reservas) arrancó a $20,75, con un alza del 1%. Y se mantuvo minutos después, cuando subió a 20,80 y 20,85 antes de acelerar hasta $20,92. En ese momento, 11 de la mañana, «apareció el BCRA cargando posturas de venta a $20,90», apuntó Gustavo Quintana, de PR Cambios, lo que tranquilizó el mercado por un rato.

Sin embargo, al quedar agotada la orden de venta del BCRA por US$250 millones y no ser renovada, el billete reinició un despegue ($20,93) que ganó fuerza con las horas y lo llevaría a marcar un récord de $21,23 minutos antes del cierre de la rueda. Cinco minutos antes de las 15 el BCRA volvió a cargar órdenes de venta en escalera a 21,30, 21,25 y 21,20, para inducir que marque cierre a este último nivel.

En ese breve lapso vendió la misma cantidad de dólares que había demorado dos horas en descargar hacia el mediodía. Así, volcó otros US$504,5 millones de las reservas, que cerraron en US$55.998 millones.

En el BCRA justificaron su estrategia argumentando que solo se pusieron a vender cuando se hacía notorio que no había oferta privada y los pedidos de compra se acumulaban. «Evaluamos que esto provocaba alto riesgo de fuerte e injustificada suba en el tipo de cambio, y apuntamos a evitar esa dinámica disruptiva», aclararon a LA NACION.

Con todo, las variaciones en el modo de operar del BCRA, que venía de vender casi US$1400 millones el viernes para dejar quieto el peso frente a un cuadro de devaluaciones idéntico al de ayer, parecen desconcertar a muchos operadores y analistas. «La sensación fue que el BCRA soltó al dólar», observó la corredora ABC en su informe.

Esa percepción se trasladó a la calle, al mostrar las pizarras el billete por unas horas a $20,60 (lo que volvió a empujar la demanda minorista), aunque el valor de cierre relevado por el BCRA, que incluyó los efectos de su intervención, lo colocara a un promedio de $21,52 (64 centavos arriba de los $20,88 del viernes).

Pero la señal inquietante la aportaron los futuros, al resultar aun más demandados que el billete y cerrar con tasas implícitas del 33% para los plazos cortos. «Esto quiere decir que más inversores se cubren de una posible mayor debilidad del peso, y señala un cambio porque, en otro momento, cuando intervenía el BCRA, esas tasas caían fuerte en el día», explicó Agustín Álvarez, de Global Agro.

«La fiebre por el dólar sigue, lo que muestra que la suba de tasa, la más alta dispuesta desde la salida del cepo, no equilibró el mercado. El BCRA tendrá que elegir entre poner toda la carne al asador o dejarlo, porque vender reservas y que suba el dólar no es negocio», juzgó Lorenzo Sigaut Gravina, de Ecolatina. «El mayor componente de este reacomodamiento es global, pero aquí se agiganta porque el BCRA agrandó bruscamente su hoja de balance al expandir activos (reservas) contra pasivos no monetarios (Lebac). Por eso, mientras otros países transitan este ajuste sin tocar tasas o vender reservas, la Argentina debe hacer ambas cosas y resignarse a una devaluación que podría tener consecuencias inflacionarias», dijo Guido Lorenzo, de la consultora ACM.

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