Las historias, mitos y leyendas de los cementerios de Mendoza
Algunos relatos contados por los trabajadores de los diferentes camposantos.
La muerte es algo que causa sugestión a muchos. El miedo a la finitud y a lo desconocido provoca muchas veces que las personas estén propensas a percibir algunos hechos como señales del más allá. En los diferentes cementerios de Mendoza hay historias que hablan de supuestas conexiones con los difuntos. Muchas son contadas por los trabajadores del lugar.
La supuesta desaparición de un adolescente apodado Chuqui en un camposanto de San Carlos devolvió a la mente de muchos algunos relatos de sucesos extraños en distintos lugares de la provincia.
Historias de ultratumba
Aquí relatos contados por trabajadores de diferentes necrópolis, quienes pidieron mantener en reservas sus identidades.
Monedas en la tumba de Lencinas
José Néstor Lencinas se lo apodaba “El Gaucho”, nació en 1859 en San Carlos. Fue uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical y participó de las revoluciones radicales de 1893 y 1905. Esta última lo llevó a tomar el poder como gobernador provisional. Al ser derrotada a nivel nacional, Lencinas huyó a Chile.
Fue electo democráticamente gobernador en 1918 y falleció un 20 de enero de 1920 tras padecer una enfermedad que sus familiares no creían terminal.
Lencinas fue enterrado en mausoleo familiar ubicado en el cementerio de la Capital y varios trabajadores aseguran que, cuando pasan por ahí, se escuchan ruidos de monedas siendo contadas. Muchos creen que podría ser el dinero que habían conseguido para la revolución.
Sueños extraños
El 22 de agosto de 1994 ocurría uno de los hechos más aberrantes de Mendoza. En San Martín, Julio César Giménez degolló a sus cuatro hijos de entre dos y siete años con un cuchillo tramontina y luego intentó suicidarse, sin tener éxito. Los niños fueron enterrados en el cementerio de Palmira, en nichos ubicados uno arriba del otro.
Algunos meses después, un hombre de Godoy Cruz se presentó en ese lugar con una llamativa historia: hacía varios días que soñaba con el cementerio jarillero.
En su sueño, el sujeto se paraba en la puerta de la necrópolis y caminaba hacia el primer pasillo y, luego de unos metros, doblaba a la izquierda y se encontraba con cuatro niños que jugaban y le sonreían. Ese lugar es donde los niños de la familia Giménez están sepultados.
Los visitantes que no se quieren ir
En la calle Juan Isidro Maza, justo en la esquina con el Acceso Este, se encuentra el cementerio de Rodeo del Medio.
Allí, los trabajadores aseguran que cuando llega la hora de cerrar las puertas al público, y los visitantes ya están afuera del establecimiento, deben recorrer las instalaciones para verificar que ningún visitante se haya quedado dentro.
Lo curioso es que cuando ya no queda nadie, en cada una de las tres plantas del edificio se sienten pasos, canciones y risas.
Devoción en algunas tumbas
Hay historias de algunos personajes que luego de su muerte generaron devoción por un gran grupo de mendocinos. Dos de ellos, y quizás los más reconocidos, son el Gaucho Cubillos y el Anima Parada.
El Gaucho Cubillos era un joven chileno que llegó al país y era comparado con Robin Hood, ya que le robaba a los ricos para darle a los pobres a cambio de que estos lo protegieran de la justicia.
En 1895 y luego de estar en varias ocasiones preso, es asesinado por dos efectivos policiales. Ese año, Mendoza se vio sumida en varios desastres naturales: un gran aluvión inundó a la Ciudad, una plaga de langostas atacó las cosechas y un brote de difteria provocó un centenar de muertos.
Algunos asociaron estos hechos con su muerte y comenzó su devoción. Hoy en día su tumba en el cementerio de la Ciudad de Mendoza tiene un orificio donde visitantes de toda la provincia vierten vino para Cubillos.
La leyenda de Rivadavia
Diógenes Recuero nació el 6 de marzo de 1861. Era hijo de Ramón Recuero y Filomena Santander. Vivió un tiempo en Buenos Aires, pero regresó a Rivadavia para quedarse definitivamente, atraído por la agricultura y seducido por quien fue su esposa.
Murió a los 42 años y fue enterrado en el viejo cementerio municipal de la calle Brandsen. Sus restos permanecieron allí hasta 1914, cuando por ordenanza municipal pidieron que los parientes de los difuntos exhumaran los restos de sus familiares y los trasladaran al nuevo cementerio departamental.
Allí ocurrió algo que los ciudadanos de Rivadavia no pudieron creer. A pesar del tiempo que había ocurrido, su cuerpo estaba intacto, desatando incontables conjeturas. Más allá de la sorpresa causada por el poco estado de descomposición del cuerpo, lo arrojaron a la fosa y quedó de pie contra una pared.
Ahí nace la leyenda del Ánima Parada. Se comenta también que, Diógenes Recuero era una especie de curandero sumamente milagroso que atendía a personas y a animales. Esto agigantó el mito, convocando gran cantidad de seguidores que se arriman a la tumba para solicitar favores.
Fuente: Elsol