Por si no tenía dudas, Sampaoli sumó otra: ¿Higuaín o Icardi de N° 9?
Gonzalo y Mauro convirtieron de cabeza en un electrizante Inter 2-Juventus 3.
Pobre Sampaoli. Si tomó el Inter-Juventus como examen de Mauro Icardi y Gonzalo Higuaín para definir convocatorias mundialistas, está en apuros. Icardi tuvo una y fue gol. Higuaín le dio el triunfo a la Juve en los minutos finales con un gol que vale un scudetto. ¿Empate técnico?
Hay que ver los contextos. Primero cómo juega la Selección, si es que puede aventurarse una idea definida. Por ahora, todo pasa por darle la pelota a Messi y que Dios nos ayude. ¿Qué tipo de delantero quiere o le conviene a Messi? ¿Quiénes son los que van por afuera? Icardi es bien de área, Higuaín puede salir un poco pero su fuerte es la pelota al espacio, no al pie. Agüero, lesionado y tercero en discordia, tiene otras características. Y Dybala, que aparece retrasado en la consideración del técnico, es diferente a todos, el más media punta de los tres, el más cercano en características a Messi. ¿Qué hacer? Porque no se trata de buscar sólo al 9 sino a sus relevos y variantes. Pobre Sampaoli.
El otro contexto lo ofrece los equipos donde juegan. Icardi es el punta solitario de un Inter que lo busca como exclusivo definidor. Higuaín es el delantero centro de una Juve que llega por afuera porque usa extremos bien abiertos. Y el tercer contexto fue el desarrollo del clásico en San Siro.
Icardi facturó de cabeza una jugada de pelota parada, cuando los defensores de la Juve confundieron la marca y lo dejaron saltar solo. Cabezazo peinado, perfecto, de arriba hacia abajo al palo más lejano de Buffon. Inatajable. Y en el momento crítico del juego, cuando Inter, con un hombre menos, no sabía qué hacer con la pelota.
Tuvo otra en un contraataque aislado, cuando no llegó a empujar un centro de Candreva. En el juego, jugó a otra cosa. Icardi salía solo a presionar la salida de la Juve, sin compañía, y terminaba de partir a un equipo que ya jugaba con uno menos. ¿Error de concepto de Mauro o del equipo? Pareció más una falla táctica de Spaletti, quien después hizo algunos cambios difíciles de aceptar, incluida la salida de Icardi cuando aún iban 2-1
Higuaín fue más inteligente para ser pieza de su equipo. Metido entre los centrales, por lo general era Miranda quien iba a tomarlo y él buscaba la posición de Skriniar para juntar a los dos centrales. Se tiró bien atrás para limpiar llegadas verticales y que el juego progresara por las bandas. En el primer tiempo, Candreva le quitó dos pelotas en la medialuna. En el segundo casi justificó la leyenda que lo señala como «pifiador de goles en finales».
El partido de ayer lo era. Cuando Icardi había empatado y era el muchachito de la película, Higuaín tuvo un mano a mano con Handanovic, lo eludió con una gambeta a su izquierda y definió mal, de zurda, sin espacio. Más tarde, todavía abajo en el marcador y cuando la Juve encerraba al Inter pero no tenía claridad de crear situaciones, mandó una media vuelta a la tribuna desde la medialuna.
Como no hay mal que dure cien años, hizo el gol que posiblemente él mismo se reclamaba. Sobre la hora, en un partido caliente y de final épico, saltó antes que Perisic, detrás de Miranda, y aprovechó que los del Inter lo habían perdido -como antes los de la Juve habían perdido a Icardi- y metió un frentazo cruzado: 3-2. Final de un partido histórico que acaso haya definido parte del campeonato italiano.
¿Qué hace, entonces, Sampaoli? En ese marco, en ese contexto, con sus características personales, Icardi cumplió. Higuaín, en el mismo escenario, también. Todos los goles valen lo mismo. Las circunstancias cotizan diferente el cabezazo de Icardi que el de Higuaín para Inter y para Juve. Para la Selección los dos deberían valer igual. Y que se arregle Sampaoli.
Fuente: Clarin