Que los escritorios, que cambio de árbitro, 8 a 0 baile y a semifinales

Que los escritorios, que cambio de árbitro, 8 a 0 baile y a semifinales

Con cinco goles de Scocco, aplastó por 8-0 al equipo boliviano en una noche mágica. Había llegado con desventaja de tres goles, pero ya en el primer tiempo dio vuelta la serie.

La goleada 3-0 sufrida en Cochabamba duró lo que tardó River en llegar desde Bolivia a Argentina. Enseguida mutó en energía positiva. De inmediato se transformó en combustible para este equipo que comanda Marcelo Gallardo. El DT convocó a los hinchas, que dijeron presente. Y así empezaron a creer que el sueño de dar vuelta la historia podía ser posible.

Todo se hizo carne en una noche mágica en el Monumental. Con la lluvia como condimento extra para la épica, con un partido descomunal de Nacho Scocco y una catarata de goles para aplastar a Jorge Wilstermann, dar vuelta la serie y meterse en la semifinal de la Copa Libertadores.

Una noche histórica, de esas que los hinchas nunca van a olvidar.

El marco fue el esperado con más de 60 mil personas copando la cancha desde bien temprano. La expectativa era enorme, la tensión también. Y los jugadores respondieron rápido como para que la presión pasara para el otro lado y el Monumental sea un cúmulo de optimismo.

El Muñeco apostó por una formación bien ofensiva, con tres atrás: Gonzalo Montiel, Jonatan Maidana y Javier Pinola. Más adelante, Enzo Pérez y Leonardo Ponzio se repartieron la marca del medio; Ariel Rojas era la rueda de auxilio e Ignacio Fernández jugó de falso nueve. Arriba, Carlos Auzqui (le ganó la pulseada al colombiano Rafael Santos Borré), Ignacio Scocco y Gonzalo Martínez.

Como era previsible, fue un monólogo de River en ataque. Pero no hubo rastros de la falta de efectividad que había sufrido en Bolivia. Esta vez, cada ataque terminaba en gol.

Ni el hincha de River más fanático hubiera imaginado hacer la gesta en apenas 19 minutos. Eso tardó River. Eso demoró Scocco en hacer olvidar por completo a Lucas Alario y empezar a dejar su huella en el ataque millonario.

Iban 9 minutos cuando el ex Newell’s aprovechó las dudas de los centrales bolivianos. Y Nacho transformó el regalo en golazo. Pasó con un caño a Alex Silva y estiró para gambetear también al arquero Olivares y tocó al gol: 1-0.

A los 13 minutos, enganchó de izquierda hacia el centro y sacó el latigazo contra el palo: 2-0.

Y a los 19, para demostrar que estaba en estado de gracia, intentó tirar un buscapié y metió el 3-0 ante la mirada atónita del arquero visitante.

Ignacio Scocco festeja su tercer gol con Leonardo Ponzio. Juan Manuel Foglia

El trabajo más duro ya estaba hecho. Los hinchas estaban en el aire. Y Gallardo apretaba bien fuerte los puños con una sonrisa que no entraba en su rostro. El Muñeco, el padre de la criatura, estaba disfrutando de su creación.

Antes de irse al vestuario llegó el grito de la tranquilidad. El cuarto, el de Enzo Pérez, que se filtró en el área, recibió un pase genial de Scocco y definió con alma y vida.

El grito para empezar a mirarse en las tribunas y repasar las promesas que habían hecho en la semana. El gol que daba vuelta la serie. El que agigantaba a River.

En el segundo tiempo fue un festival. Seguían cayendo los goles. El quinto y el sexto tras una serie de combinaciones perfectas en ataque. Por derecha, tic-tac, con Montiel llegando hasta la línea final para tirar el centro; con Nacho Fernández definiendo en el punto penal.

Todo lo planeado había sido ampliamente superado en la práctica.

La serie ya estaba dada vuelta y ahora en el Monumental la historia pasaba por otro lado: ¿otro gol de Scocco? Sí, el quinto personal para convertirse en el primer jugador de River en hacer cinco goles en un partido de Copa Libertadores.

El octavo fue un gol increíble: de punta a punta de Enzo Pérez. El mendocino recuperó la pelota en el área propia para despejar un córner de Wilstermann. Y empezó a correr. Fue una acción más digan del rugby que del fútbol. Pasó por encima a dos marcadores que ni siquiera mostraron resistencia. Y definió con clase por encima del arquero.

Eso fue River. Una topadora. Una máquina. Superó las expectativas de todos los hinchas, humilló a su rival con la autoridad de un plantel que se anima a todo. Y ahora quedó con viento a favor en la recta final de la Copa Libertadores. Parecía muerto. Está más vivo que nunca.

Fuente: Olé

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