Sophia Loren, la diosa italiana que fue de un solo hombre

Sophia Loren, la diosa italiana que fue de un solo hombre

La actriz supo romperle el corazón a varias estrellas de Hollywood, pero sólo tuvo ojos para el productor cinematográfico Carlos Ponti.

Fue musa de los grandes directores italianos, irrumpió en Hollywood cambiando para siempre los cánones estéticos de la meca del cine y se convirtió en la primera actriz de habla no inglesa en alzarse con un Oscar. Es, aún hoy, a sus 82 años, un símbolo de las mujeres de sangre latina, sensual hasta la médula, fuerte, determinada y dueña de una naturalidad avasallante. Sin embargo, su vida estuvo signada desde el comienzo por la ausencia, la incomprensión y el deseo de pasar inadvertida. Tanto que, lejos de su imagen de bomba sexual, el amor golpeó una sola vez a la puerta de Sofía Loren.

La marca del abandono

Sofia Villani Scicolone nació en Roma el 20 de septiembre de 1974. Romilda Villani, su madre, era una hermosa rubia adolescente que, con el nacimiento de su primera hija, vio frustrado su sueño de convertirse en estrella de cine. Su padre, el arquitecto Riccardo Scicolone, apenas le dio su apellido, algo que Anna Maria, su hermana más pequeña, ni siquiera consiguió.

Ese sueño de su madre y la ausencia de su padre la marcarían para siempre. En plena Segunda Guerra Mundial, las tres mujeres debieron trasladarse a la casa de la abuela materna de Sofía, en Pozzuoli, cerca de Nápoles, para poder subsistir. Allí instalaron una taberna en la que su madre se ganaba la vida tocando el piano.

Su padre, en tanto, tuvo otros dos hijos con otra mujer, y sólo esporádicamente se comunicó con sus dos hijas mujeres. La familia decidió que el escándalo de ser una hija ilegítima no la salpicara, al menos hasta los 5 años. Hasta esa edad, ella creyó que su abuelo paterno era su padre. A su abuela la llamaba «mamá» y a su madre, «mamita».

Cuando comenzó a asistir al colegio, Sofía era una chica alta y flaca, que odiaba la belleza atípica de su madre. «Rezaba a Dios para que mi madre no viniese a buscarme al colegio: su belleza exagerada me hacía sentir vergüenza. Era demasiado rubia, demasiado alta y, sobre todo, no estaba casada. Yo en cambio era morena y delgadísima. Me llamaban ‘palillo’. Yo soñaba con una madre normal, de pelo oscuro, bata gastada, manos ajadas y los ojos cansados», recordó la actriz hace algún tiempo.

Con el tiempo, Romilda comenzó a convencerse de que si ella no había podido ser una estrella, sus hijas sí podrían. Por eso, las hizo pasear por pruebas, castings y concursos varios. Y a pesar de su timidez, Sofia fue elegida Princesa del Mar a los 14 y participó del certamen Miss Italia un año después.

A los 16, su madre la acompañó a Cinecittà con la firme intención de que consiguiera un papel en una de las superproducciones de la época, Quo Vadis. Gracias a su belleza y a cierto aire despistado, el director Mervyn Leroy cumplió el sueño de ambas, pero no todo fue color de rosa en ese primer día de filmación…

La casualidad quiso que en el set se encontrara, también, la mujer de su padre. Y al verla, estalló contra la adolescente y su madre. Un hecho fortuito que traía, de nuevo, su condición de ilegítima al primer plano y evidenciaba, una vez más, la ausencia de su padre. «Nunca he podido olvidar el dolor profundo que sentí en ese momento. Yo era poco más que una niña y no me interesaban las intrigas de los mayores. ¿Y para qué quería yo un apellido sin el afecto del hombre que lo llevaba? Había crecido sin él, y nada en el mundo me lo podía devolver. La mujer de mi padre se puso furiosa. Mi madre me defendió como pudo. Y el verdadero culpable, como siempre, ¡estaba ausente!», contó la actriz en su autobiografía, Ayer, hoy y mañana.

Un amor contra la ley

Pero ese primer paso era muy distinto al recorrido que el destino tenía preparado para ella. Allí comenzó una carrera meteórica y sostenida. Sofía pasó a ser Sophia, y el apellido paterno, al fin, fue silenciado para siempre y reemplazado por Loren. Pero la ausencia de una imagen masculina seguía ahí, latente. A los 17 años, en un concurso de belleza, conoció al productor Carlo Ponti, un hombre casado que la doblaba en edad. En un principio, la relación entre ellos fue más bien filial: él la aconsejaba, la trataba con ternura y la guiaba. Pero mientras filmaban La mujer del río, en 1955, todo cambió. «Fue durante ese rodaje que comprendimos que estábamos enamorados. Siendo mayor que yo, y más allá del amor, representaba el padre que nunca he tenido», reconoció la diva.

Por supuesto que para la conservadora y ultracatólica Italia de esos tiempos, la relación entre ellos fue vista como una abominación. Y como allí todavía no era legal el divorcio, decidieron formalizar en México. Sin embargo, eso no calmó los ánimos.

Ahora, a su «título» de «ilegítima» se sumaba el de «concubina». Y es que tanto incomodaba su situación, que El Osservatore Romano mencionó la posibilidad de excomulgarla y hasta llegó a condenar la decisión de Sophia de donar sangre, porque consideraba que la que corría en sus venas «no era pura».

Una ama de casa de Milán complicó aún más la situación al llevar el asunto a la Justicia, acusándolos de bigamia. Frente a la posibilidad de ser condenados, los dos decidieron radicarse en Francia. Fue allí que, en 1966, lograron casarse.

Alex, uno de los hijos de Ponti con su primera mujer, Giuliana Fiastri, recordó cómo fue la inquietante historia en una entrevista que concedió en 2011: «Hacia fines de los años 50, Cary Grant cortejaba insistentemente a Sophia. Supongo que el actor debía de ser un buen rival para mi padre. Papá temió perderla y decidió casarse con ella en México, por poder, dado que la Iglesia había rechazado el pedido de anulación de su matrimonio con mi madre. Papá obtuvo el divorcio mexicano y se casó con Sophia por intermedio de representantes legales. Todo parecía arreglado y debía permanecer en secreto. Pero alguien denunció a mi padre por bigamia. Papá fue condenado y durante tres años no pudo poner un pie en Italia. Entonces decidió adoptar la ciudadanía francesa. Y, para ayudarlo, todos nosotros (comenzando por mi madre, una ex esposa verdaderamente bien dispuesta) nos hicimos franceses. Así fue que cambié mi nombre de Alessandro por el de Alexandre».

La pareja dio vida a dos muchachos, Carlo y Edoardo, pero tampoco la maternidad le resultó fácil: antes, pasó por el mal trance de perder dos embarazos. También tuvieron que hacerle frente a otra acusación: la de evasión fiscal. Por esta razón, la actriz pasó detenida 19 días en 1982. Cuatro décadas más tarde, la Justicia les daría la razón y ambos serían finalmente absueltos.

Una mujer deseada

Si bien Ponti fue el único hombre de su vida, tal como lo recordó Alex, Sophia fue cortejada por muchos otros, incluido Cary Grant. El actor inglés estaba tan enamorado de la gran diva italiana que le propuso matrimonio, antes de que la historia de amor con el productor saliera a la luz. «Eres tan hermosa, Sophia, y tan fiel. ¿No comprendes que te arruinas la vida? En Hollywood te arrancarán la piel, serás siempre la puta de Ponti…», cuenta la actriz que le dijo en más de una oportunidad. «Tuve mis dudas, pero yo ya aspiraba a crear una familia con Carlo Ponti, con quien entonces mantenía una relación secreta», reconoció Sophia mucho tiempo después.

Otro de los actores que intentaron tener «algo más» con Loren fue nada menos que Marlon Brando, con quien compartió el set de Una condesa de Hong Kong, bajo las órdenes de Charles Chaplin. Según Sophia, Brando no fue nada caballero durante la filmación y, en una de las escenas, sus manos se descontrolaron. «Lo miré y con calma, mucha calma, le solté: ‘Ni se te ocurra. No tenés ni idea de cómo puedo reaccionar: debes tenerme miedo'».

Peter Sellers se enamoró de ella en 1960, en el set de La millonaria. «Estaba dejando a su mujer y necesitaba consuelo. Él me miraba con sus grandes ojos llorosos de perro apaleado y yo correspondía a su mirada con afecto. Y esto le bastaba para reconfortarlo», recordó la diva italiana.

Hubo otro romance, de ficción, que la actriz se vio obligada a desmentir una y otra vez. Y es que Marcello Mastroianni fue su gran compañero en la pantalla grande y las fantasías del público y de la prensa era verlos juntos en la vida real. «La química era tan palpable que la gente se preguntaba si había algo entre nosotros. La respuesta es no», expresó hace un par de años, una vez más. Y en su biografía explicó: «He rodado con él tantas historias que puedo decir que he pasado veinte años de mi vida trabajando junto a él. Para mí él ha sido el más insustituible y maravilloso amigo de mi vida».

Luego de más de 50 años de matrimonio, en enero de 2007, Ponti falleció, a los 94 años. El deceso se produjo en una clínica de Ginebra, debido a una complicación pulmonar. En una de sus últimas entrevistas, el productor no hizo más que confirmar su amor por la gran diva. «Hubiese preferido dedicarme a la política, pero me he dedicado a la producción por amor a Sophia y ella me ha sabido corresponder«.

Fuente: La Nación

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